¿Te ponen incómodo las pausas dentro de las conversaciones?
¿Te pones impaciente cuando la gente no va directo al grano?
¿Escuchas con un cerebro, mientras el otro está pensando como va a contestar?
¿Esperas con ansiedad un silencio, para entrar en la conversación?
¿Interrumpes antes de que el otro termine la idea porque ya sabes lo que va a decir?
Dices si, si entiendo, mientras el otro habla como para que deje de hablar como dando a entender que ya le comprendiste y que no siga?
¿Repites las últimas palabras de tu interlocutor?
¿No miras a la otra persona a los ojos?
¿Te consideras un multitasking y mientras el otro habla haces cosas, como para no perder el tiempo?
A veces me veo a mi misma como reiterativa con este tema. Sucede que cada vez que conozco gente nueva veo desde mi ser Coach lo pocos entrenados que estamos en la escucha.
Hacemos mas importante lo que tenemos que decir y nuestro hablar y la escucha de lo que el otro está diciendo se pierde detrás de diferentes opciones, como las que mencioné al principio.
Yo pienso que en nuestra educación no ha habido un espacio para hablar de la importancia que tiene la escucha pero hoy no podemos vivir como víctimas de lo que no nos han enseñado y necesitamos reconocer que la escucha es la parte activa de la comunicación.
Considero que nos comunicamos bien con alguien cuando tenemos la paciencia de escucharlo de la manera que es y con el ritmo que tiene para comunicarse.
Hablar es comunicarse,
escuchar es interesarse.
Cuando no podemos escuchar siento que es como si surgiera dentro nuestro una fuerza que es mas poderosa que nosotros mismos, que no nos da tiempo para escuchar, que quiere hablar, que quiere aparecer y necesitamos aprender a domarla.
Considero que la mejor práctica es el silencio mientras el otro habla y la atención puesta no solo en lo que está diciendo sino en lo que dice su cuerpo sin hablar. Estando presente en cada detalle que nos pueda dar información.
¿Puedes reconocer que los grandes líderes han sido personas que escucharon antes de hablar para que el mismo tenga sentido?
Es increíble observar como ahora hablamos todos a la vez.
La única persona que escucha ambas partes
en una discusión, es el vecino de al lado.
Ruth Brown
Ayer estaba en una reunión de gente americana y todos hablaban inglés y aunque entiendo el idioma me costaba seguir la conversación porque hablaban todos juntos.
¿Como podemos escuchar así?
¿Cómo podemos saber que es lo que el otro está buscando comunicar?
¿Podemos escuchar sus inquietudes y sus preocupaciones?
¿Podemos escuchar lo que al otro le concierne?
¿Estamos abiertos a lo nuevo que el otro aporta?
¿Puede nuestro hablar sumar, a lo que el otro está diciendo?
El que tiene ojos para ver y oídos para oír
llega a convencerse de que los mortales
no tienen secretos.
Aunque sus labios permanezcan silenciosos,
la revelación se abre camino
a través de cada poro.
Sigmund Freud
Considero que es el silencio es muy importante.
En él se desarrolla nuestra escucha y casi te diría nuestra comunicación con las otras personas.
Callar antes de hablar.
Callar para tener tiempo de elegir nuestros pensamientos.
Callar para elegir lo que vamos a decir.
Callar para compenetrarnos en la mirada del otro.
Callar para perdernos y poder ponernos en los zapatos del otro.
Callar para ESCUCHAR.
Un hombre, que regularmente asistía a una reunión de amigos, sin ningún aviso dejó de participar en sus actividades.
Después de algunas semanas, un amigo de aquel grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría.
El amigo lo encontró en la casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde ardía un fuego brillante y acogedor.
Adivinando la razón de la visita de su amigo, le dio la bienvenida, lo condujo a una silla grande cerca de la chimenea y se quedó quieto, callado, esperando.
Se hizo un grave silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno a los troncos de leña que ardían. Al cabo de algunos minutos, el amigo examinó las brasas que se formaron y cuidadosamente seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, empujándola hacia un lado.
Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil. El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado y quieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su fuego se apagó.
En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de calor y luz, ahora no pasaba de ser un negro, frío y muerto pedazo de carbón recubierto de una espesa capa de ceniza grisácea.
Ninguna palabra había sido dicha desde el saludo inicial entre los dos amigos.
Antes de prepararse para salir, puso nuevamente el carbón apagado en medio del fuego.
Casi inmediatamente se volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes.
Cuando llegó a la puerta para partir, su anfitrión le dijo: Gracias por tu visita y por el aprendizaje de tu silencioso mensaje.
Regresaré al grupo de amigos que me hace tan bien.