Un hacendado poseía tierras en el litoral del Sur Atlántico. Constantemente anunciaba estar precisando empleados. La mayoría de las personas estaban poco dispuestas a trabajar en esos lugares. Temían las horribles tempestades que barrían aquella región, haciendo estragos en las construcciones y las plantaciones.
Un día se presentó un hombre bajo y delgado, de edad media.
– ¿Usted es un buen labrador? Le preguntó el hacendado.
– Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla.
Bastante confundido con la respuesta, el hacendado, que estaba desesperado por ayuda, lo empleó. Este pequeño hombre trabajó en el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. Y el hacendado quedó satisfecho.
Pero entonces, una noche, el viento sopló ruidosamente. El hacendado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado. Sacudió al pequeño hombre y le gritó:
– ¿Levántate! Una tempestad está llegando! Amarra las cosas antes que sean arrastradas!
El hombre pequeño se dio vuelta en la cama y le dijo firmemente:
– No señor. Yo ya le dije que puedo dormir cuando el viento sopla.
Enfurecido por la respuesta, el hacendado estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para la tempestad. Del empleado se ocuparía después.
Pero, para su asombro, encontró que todas las parvas de heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero, y todas las puertas muy bien trabadas. Las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba amarrado. Nada podría ser arrastrado.
En ese momento el hacendado entendió lo que su empleado le había querido decir. Y retornó a su cama.
Yo creo que en este momento están soplando fuertes vientos en la hacienda de muchas personas, y se que muchos no pueden dormir.
Están desvelados y preocupados por no perder lo poco que les va quedando.
¿Que es lo que los lleva a la preocupación?
No estar bien preparados espiritualmente, físicamente y emocionalmente para cuando los vientos soplan.
¿Quién sos vos en medio de la tormenta?
¿Tomas un momento para tomar contacto con quien eres en realidad y de qué sos capaz?
¿Te dejas arrastrar por los fuertes vientos? o ¿Tus cimientos te proporcionan estabilidad y equilibrio?
En tiempos de conflicto se construye nuestro carácter.
Los mismos pies que te han traído a este lugar serán capaces de sacarte.
¿Tienes confianza en vos mismo?
¿Apuestas a que vas a poder con esta tormenta de viento?
¿Recuerdas otras veces que has podido?
¿Tienes en cuenta cuáles han sido los factores que te han permitido atravesarla?
El refrán dice :»Siempre que llovió, paró»
¿Tienes presente lo que sentías y te decías a vos mismo cuando la tormenta paró?
¿Cómo las recuerdas en este momento? ¿Como experiencias, como aprendizajes? o ¿como situaciones de las que prefieres ni hablar.
Al atravesar los problemas aprendes a darte cuenta quien eres en realidad.
Necesitamos prepararnos para los días lluviosos.
El piloto y el paraguas pueden sernos útiles pero si dado que llueve decidimos no salir, puede que nos estemos perdiendo algo bueno.
Cerremos puertas y ventanas para que no entre la tempestad y salgamos a jugar con ella.
Veamos que nos trae de nuevo. ¿Riesgos? ¿Temores? ¿Sacrificios? Esto ya es conocido, no es nuevo.
¿Experiencias, oportunidades, aventuras, descubrimientos, excitación, magia, sorpresas, diversión y risas?
Esto ya tiene otro color.
¿Cómo eliges, entonces, enfrentar las tormentas de tu vida?
Hoy no puede tener una crisis.
Mi agenda está llena.
Henry Kissinguer