Esta es la historia de dos vecinos que eran muy amigos y decidieron comprarles a sus hijos sendas mascotas.
Uno compró un conejo, mientras que el otro compró un cachorro de pastor alemán. El primero protestó pensando que el perro se comería a su conejo. A lo que el otro le contestó que consideraba que crecerían juntos y serían muy amigos.
Y así fue. Era normal ver al conejo jugando en el patio del perro y al revés.
Un día, el dueño del conejo fue a pasar un fin de semana en la playa con su familia y dejaron al conejo en casa.
El domingo , a la tardecita, el dueño del perro y su familia tomaban una merienda cuando entró el pastor alemán a la cocina. Traía el conejo entre los dientes, muerto y todo sucio de tierra.
La primera reacción fue culpar al perro y enojarse con él.
En pocas horas llegarían los vecinos ¿Qué les iban a decir?
Lo primero que se les ocurrió fue bañar al conejo y dejarlo bien limpito por lo menos para que los niños pudieran despedirse de él. Y así hicieron y lo dejaron en su casita del patio.
Apenas llegaron los vecinos oyeron a los niños gritar y uno de ellos fue corriendo hasta la casa cercana para contar lo que había sucedido
El viernes antes de irnos el conejo se murió y lo enterramos y ahora al volver lo encontramos nuevamente en su casita
La historia termina aquí. Lo que ocurrió después no importa. El gran personaje de esta historia es el perro que sin haber hecho nada cargó con toda la culpa. Imagina al pobrecito, desde el viernes, buscando en vano a su amigo de la infancia. Después de mucho olfatear, descubrió su cuerpo muerto y enterrado. ¿Qué hizo él? Probablemente con el corazón partido, desenterró a su amigo y fue a mostrárselo a sus dueños, imaginando poder resucitarlo. Sin embargo otra fue la historia imaginada a partir de la cual fue culpado.
¿Cuántas veces sacamos conclusiones a partir de una simple suposición?
¿Cuántas culpamos a alguien a partir de suponer lo que sucedió?
¿Cuántas veces nos enojamos con alguien sin chequear cuáles fueron los hechos?
¿Cuántas confundimos un hecho con una interpretación?
Inferir suele ser un proceso automático que solemos hacer los seres humanos sin darnos cuenta de las consecuencias que puede acarrearnos.
Algo sucede, lo explicamos y luego confundimos nuestra explicación con lo que ocurrió realmente.
«El conocimiento está formado
por el 20% de lo que usted sabe,
y el 80% de lo que usted infiere
sobre lo que sabe.»
Jim Rohn
El proceso de hacer inferencias se da en el marco de nuestra conversación interna a partir de haber observado o escuchado algo.
Como sabemos tanto el observar como el escuchar tienen un factor biológico como ser el ver o el oír y un factor lingüístico como es el interpretar.
Dada la persona que somos, la conversación interna en la que estamos, la emocionalidad que transitamos y el cuerpo que mostramos ( nuestra coherencia como seres humanos) es la interpretación que hacemos de los sucesos.
«La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes
a partir de datos insuficientes.»
Samuel Butler
Cuando vemos o escuchamos los hechos, seleccionamos en forma automática aquello a lo que le vamos a prestar atención porque nos parece importante. E inmediatamente se dispara una cadena de juicios automáticos en nuestra conversación interna a partir de los cuales sacamos conclusiones. Ellas nos dejan un espacio de posibilidades disponibles mientras nos predisponen a determinadas acciones.
La escalera de inferencias es un modelo simple de razonamiento que sigue nuestra conversación interna para dar sentido a lo que ocurre. Nos movemos por esta escalera considerando a nuestras interpretaciones y juicios anticipados como “ verdaderos” sin chequear que nuestras inferencias muchas veces nos llevan a extraer conclusiones erróneas.
«El desarrollo del lenguaje
ha sido como el descubrimiento del fuego…
una increíble fuerza primordial.A través del lenguaje creamos el mundo.
En otros términos,
no describimos el mundo que vemos,
vemos el mundo que describimos.»
Joseph Jaworsky
¿Te gustaría ser mas efectivo?
Una forma de hacerlo es referirte siempre a los hechos , no confundiéndolo con las interpretaciones.
Otra es reconocer que no siempre sabemos toda la historia, y las cosas no siempre son lo que parecen.
Y otra es meternos lo menos posible en la vida de los demás