Dos hombres habían compartido años de prisión injustamente.
Durante ese tiempo recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones.
Una vez libres, volvieron a verse años después.
Uno de ellos preguntó al otro:
– ¿Alguna vez recuerdas aquellos momentos en que los carceleros se
desquitaban con nosotros?
– No, gracias a Dios no me quiero ni acordar, contestó. ¿Y tú?
– Esos momentos vuelven a mi memoria continuamente y cada vez
siento que los odio mas, respondió el otro.
Su amigo lo miró unos instantes, y dijo:
– Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.
¿Y a vos, cuánto te duran los enojos?
¿Sos de esas personas que les sucede algo malo a la mañana y se les estropeó todo el día, toda la semana o todo el mes?
¿Te enojas fácilmente?
¿Tus enojos son desmesurados para el hecho ocurrido?
¿Te has detenido alguna vez a observar tu manera especial de enojarte y «desenojarte»?
“El enojo no es un fin en si mismo,
sino una ilusión equivocada
de como resolver el problema”.
Consideramos que el enojo es la emoción que surge frente a la interrupción de lo esperado.
El tema es que muchas veces en lugar de verlo simplemente como un cambio de posibilidades lo interpretamos dramáticamente como una catástrofe.
Y aquí me gustaría hacer una diferencia entre una simple descarga que muestre nuestra frustración con lo ocurrido y que se haga cargo de comunicar al otro lo que nos está pasando y hacer un escándalo a partir del cual, muchas veces herimos sentimientos del otro o literalmente comenzamos un ataque.
«Mucho más penosas
son las consecuencias del enojo,
que las causas que lo producen”
Marco Aurelio
Detrás del enojo vive un pensamiento de que las cosas «deberían» ser de otro modo.
Desde una mirada ontológica podemos decir que este tiempo de verbo nos lleva al sufrimiento porque nos sitúa en un lugar de cómo deberían ser las cosas, como si hubiera una sola forma en que ellas puedan ser.
Esto está íntimamente relacionado con las expectativas que tenemos de como deberían ser las cosas, expectativas que de no cumplirse nos llevan también al sufrimiento.
El enojo funciona como una gota de veneno que tomas esperando que le haga efecto al otro y el único que termina envenado sos vos.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su nuevo juego de té tirado en el suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando se desahogó con su mamá ¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juguete y ella lo descuidó y lo dejó tirado en el suelo.
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de su amiga a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo: Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche te salpicó con barro al pasar? Quisiste lavarlo en seguida, sin embargo tu abuelita te dijo que había que dejar que el barro secara, porque después, sería más fácil quitar la mancha.
Lo mismo pasa con el enojo, deja que se seque primero y después todo será más fácil de resolver.
Un ejercicio que funciona muy bien cuando tenemos este tipo de arranques y queremos aprender a dominarlos es simplemente escribir en una libretita después de haberlos tenido, con quien fue y por qué.
No a modo de critica sino de simple observación. La situación es que el solo hecho de anotarlos hace que antes de reaccionar violentamente tengamos un momento de reflexión y eso solo hace que muchas veces elijamos no tener el exabrupto.
Después del 11 de septiembre, una compañía invitó a algunos de los que, casualmente se salvaron de los ataques de las Torres Gemelas.
Todas las historias que contaron tenían que ver con pequeños detalles.
Al director de una compañía se le hizo tarde porque era el primer día del kinder de su hijo;
Otro estaba vivo porque le tocaba llevar las donas y se detuvo unos momentos a comprarlas;
Una mujer se retrasó porque su despertador no sonó;
A otro se le hizo tarde porque se quedó atorado en la carretera por un accidente;
Otro perdió el micro;
Alguien contó que se ensució con mermelada la corbata y le llevó unos minutos cambiarla;
A uno no le arrancó el auto y tuvo que esperar unos momentos hasta que alguien lo empujara;
Una mujer contó que después de cerrar la puerta escuchó sonar el teléfono y regresó para contestarlo;
¡Otra tuvo un bebe!;
Un señor no conseguía un taxi libre;
El que mas me impresionó fue un señor que se puso un par de zapatos nuevos esa mañana y se detuvo en la farmacia a comprar una curita porque le había salido una ampolla. . Por eso está vivo hoy.
Ahora cuando me tocan todos los semáforos en rojo, no llega el ascensor, los niños tardan en vestirse, no encuentro las llaves del auto. pierdo un taxi o algo no sale como a mi me gustaría y empiezo a enojarme pienso que eso que me está pasando, puede ser justamente para evitarme un mal mayor.